Mi nombre es Raúl Cortez y soy técnico en Ordenación Pesquera y Acuícola del Centro de Desarrollo de la Pesca y la Acuicultura (Cendepesca) del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG). Este octubre, junto con mi colega Danilo Vega, técnico en Seguimiento de Proyectos del Ministerio de Obras Públicas (MOP), tuvimos el honor de ser invitados por el Ministerio de Comercio de China a la ciudad de Wuxi para capacitarse en el «Seminario de acuicultura y cambio climático», organizado por el Centro de Investigaciones de Pesca en Aguas Dulces de la Academia de Ciencias Pesqueras de China.
Antes de nuestro viaje, ya habíamos investigado en Internet sobre Wuxi, una ciudad turística muy conocida en China. También buscamos algunos lugares de interés para visitar. Una vez en Wuxi, siguiendo la recomendación de nuestros profesores, decidimos explorar la calle Nanchang para disfrutar de la vida nocturna local.
Ese día, el tercero en nuestra estancia en China, quedó grabado en mi memoria. Estábamos en la calle Nanchang disfrutando de la gastronomía local y comprando algunos recuerdos. Justo cuando estábamos por regresar al hotel, escuchamos gritos de auxilio que provenía de unos diez metros de distancia. Al mirar hacia allí, vimos a una joven pareja, de unos veinte años. En un primer momento cayó la señorita al agua y, después, el chico se lanzó a querer rescatarla, pero no pudo. Al parecer, no sabía nadar bien y pronto comenzó a perder fuerzas y a ahogarse.
Sin pensarlo mucho, me lancé al agua. Nos habían recomendado que el pasaporte y la visa siempre estuviera con nosotros cuando saliéramos y solo me acordé de eso y le dejé todo a una compañera. Primero nadé hacia el chico, que estaba más cerca de mí y visiblemente agotado. Hice tres intentos para levantarlo y después me dirigí al salvavidas, y con la ayuda del salvavidas pude llevarlo hacia la orilla. Sin embargo, al intentar ir por la chica, la corriente ya la había movido. En ese momento, la temperatura del agua era de apenas 16 grados, con una sensación térmica aún más fría, y para ese momento yo ya no tenía fuerzas.
Al ver mi estado, Danilo, sin dudarlo, saltó al agua para ayudar en el rescate. Afortunadamente, otras personas que estaba cerca acudieron rápidamente y, juntos, lograron llevar a la chica a la orilla.
Durante mi estancia en Wuxi, viví momentos inolvidables. Los profesores del Centro de Investigaciones de Pesca en Aguas Dulces nos brindaron un apoyo excepcional, tanto académico como personal, haciéndonos sentir como en casa. Aunque el tiempo fue corto, la calidez, sinceridad y amabilidad de la gente de China nos conmovieron profundamente. Para mí, China se ha convertido en mi segundo hogar, y salvar a mis “familiares chinos” era lo menos que podía hacer.
Sin importar el lugar o el momento, siempre es necesario brindar ayuda a quienes lo necesiten. Este gesto también refleja el espíritu de hermandad y solidaridad entre El Salvadory China